18 abr 2011

Nota de autor III

Buenos días de esta bendita semana santa, que nos deja un resquicio de aire por el que respirar en estos ajetreados días. Y pensar que hace nada era navidad... La verdad es que pasa rápido el tiempo, como un rayo deslumbrante ante los ojos de la vida. Cuando pensamos en lo que ha sido, en lo que pudo ser y en lo que ahora es, notamos cómo ha sido el cambio, personas que no vemos, personas a las que no veíamos, personas a las que seguimos viendo... años de ilusión que se han ido, precedidos por años de madurez y fantasía, o por años de trabajo, o amargura, todo depende de cada cual. Siempre pasa el tiempo, nunca se detiene, nunca paramos de avanzar hasta la hora en la que crucemos el gélido río hacia la inmortalidad del alma, o hacia la oscuridad infinita, todo depende de la creencia de cada cual. Resulta tener un halo melancólico y amargo el recuerdo de una aventura pasada, de un tiempo pasado en el que las cosas parecían mejor, o peor, siempre según del punto de vista de cada persona. Lo que si echaremos todos de menos es nuestra infancia, el haber sido niño, el haber vivido con la ilusión e imaginación infinita, tal para no aburrirse nunca. La ignorancia del dolor, la ignorancia del sufrimiento, bendita ignorancia del mundo que nos rodea. Pero todos tenemos que crecer, tanto física como intelectualmente, para arrastrar la pesada piedra de nuestra vida, nuestro trabajo, para dejar huella en esta maravillosa pirámide del tiempo y la vida. ¿Quién no sueña con dejar huella en la historia? Difícil empresa, al principio siquiera sabemos la orientación de nuestro tiempo, el qué es lo que nos dará vida, el qué es lo que seremos. Todos soñamos primero con ser policía, bombero, detective... mas cuando uno crece descubre otros maravillosos trabajos, tal vez con menos aventura, tal vez con más, pero en un trabajo lo que verdaderamente importa es que te guste, porque si no llegará la amargura, llegará el aburrimiento por lo de siempre, llegará la infinita monotonía, cada día la misma lluvia, el mismo cielo de nubes grises, el mismo despertador... Pero, no hagan demasiado caso a las reflexiones de este pequeño árbol de la vida, que aún no pasa de arbusto, pero que espera convertirse en, al menos, un gran roble. Seguiré buscando la sabiduría que me llena, seguiré buscando el saber y la escritura, seguiré queriendo que ustedes, queridos lectores, me acompañen en este viaje.

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